Españoles y Latinx

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Biografía destacada: Francisco Saavedra de Sangronis

Francisco Saavedra de Sangronis, héroe no reconocido, tuvo un papel decisivo en la victoria en la batalla de Yorktown. Rara vez se le menciona en los libros de historia y sin embargo fue el hombre clave cuando el Almirante francés de Grasse se preparaba para la batalla naval de Yorktown. Saavedra ayudó a de Grasse a organizar el viaje desde el Caribe hasta Yorktown, y a recaudar el dinero tanto para equipar y financiar el viaje del Ejército francés, como para el Ejército Continental en Yorktown.

Nació en 1746, el mismo año que Goya – quien posteriormente pintaría su retrato- y fue una persona de alta educación, perspicaz y refinado, una elección excelente, en suma, como enviado diplomático al estratégico Caribe en 1779. La misión de Saavedra era promover una alianza franco-española, operaciones militares conjuntas contra los británicos, e igualmente movilizar los recursos financieros necesarios para tales fines. Su nombramiento y su misión fueron conocidos y aprobados por el Rey Carlos III. Saavedra conoció a muchos de los principales personajes de las Américas de su tiempo, y fue un protegido de la familia Gálvez.  Saavedra hablaba francés con facilidad y tradujo al español tratados militares franceses. Sus autores preferidos eran Horacio, Plutarco, César y Tácito, y era persona elocuente y cuidadoso corresponsal.

Por suerte para nuestra historia, también mantuvo un completo diario.  El hombre que debía tener un papel tan importante en la batalla de Yorktown iba a escribir un relato muy detallado de los acontecimientos. Muchos historiadores destacados han pasado por alto el papel de Saavedra, y a menudo se le considera un simple ‘director de aduanas’ a quien el Almirante de Grasse tuvo que convencer para que le ayudara, y hasta escriben incorrectamente su nombre como «Salavedra».  Su cargo en realidad era Oficial de la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Indias. El Almirante intentó recaudar fondos franceses en Santo Domingo, ofreciendo sus plantaciones a los comerciantes franceses como garantía de los préstamos. Pero los comerciantes no se decidían a proporcionar los fondos, probablemente poco confiados en el éxito de la expedición o en la devolución del dinero por parte de la monarquía francesa.

Hombre decidido, plenamente consciente de la grave situación y ansioso por poner rumbo al Norte, de Grasse continuó en contacto epistolar con las autoridades españolas en Cuba y con Bernardo de Gálvez. Éste era la principal autoridad militar en ese teatro de operaciones y tenía la potestad de asignar los barcos franceses dentro de sus planes militares, pero había decidido ya prescindir tanto de dichos barcos como del cuerpo francés de Santo Domingo, colocado bajo autoridad española.   Francisco de Saavedra, que por entonces estaba en Santo Domingo, recibió el 31 de mayo de 1781 orden de José de Gálvez, el tío de Bernardo, instruyéndole para que tratara con de Grasse de ´las operaciones que deben llevarse a cabo´.

Saavedra y de Grasse se reunieron por primera vez el 17 de julio de 1781. El francés y el español tenían una ambiciosa lista de objetivos para causar daño a los británicos incluyendo: ayudar a las colonias de manera que los ingleses perdieran la esperanza de someterlas; someter diversos territorios en las Islas de Sotavento (o Antillas Menores del Sur); y finalmente conquistar Jamaica, que con su rica producción de preciado azúcar blanco era considerada la fuente de riqueza de los británicos. De Grasse se apoderaría de la Bahía de Chesapeake y subiría por los ríos para cortar la retirada al ejército de Lord Cornwallis, que estaba en dicha zona, y para evitar que recibiera refuerzos. Al mismo tiempo, el General Washington, el Conde de Rochambeau y el Marqués de Lafayette (que habían ya aprobado el plan) rodearían a Cornwallis por completo con sus respectivas tropas y, bien lo destruirían por completo, o bien le obligarían a rendirse.

De Grasse había planeado llevarse no más de veinticuatro navíos de línea para dejar cinco o seis naves protegiendo el comercio francés. Saavedra revisó los informes que poseía sobre el tamaño de las flotas británicas bajo los Almirantes ingleses Graves y Digby. De Grasse propuso que cuatro navíos de línea españoles se uniesen a su flota de camino a la Bahía de Chesapeake.  Saavedra apuntó que como España aún no ha reconocido formalmente la independencia de los angloamericanos, podría quizá haber algún obstáculo a dar un paso que permitiera suponer tal reconocimiento. No obstante, Saavedra sugirió que si de Grasse se llevaba todos sus navíos de línea a Chesapeake, Saavedra requeriría que cuatro navíos españoles protegieran a los navíos mercantes de Santo Domingo, y así de Grasse podría cumplir sus objetivos.

A continuación ambos elaboraron los planes militares y de uso de los recursos para los siguientes nueve meses -acuerdo conocido como el Convenio De Grasse-Saavedra- y que quedaron recogidos tanto en los diarios de Saavedra como en los archivos oficiales de la Marina francesa. De Grasse se uniría a Rochambeau para ayudar al Ejército francés y al Ejército Continental, y regresaría al Caribe en noviembre de 1781. Las tropas españolas y francesas deberían unirse al comenzar la primavera de 1782 para atacar Jamaica, y se asignaría a los españoles un punto de reunión para atacar las Islas de Sotavento.

Mientras se elaboraban los planes de batalla, de Grasse se puso a trabajar para recaudar los 1,2 millones de libras en moneda fuerte prometidos a Rochambeau, así como para juntar un refuerzo de 3.000 soldados y una flota, y regresar a la Bahía de Chesapeake a tiempo para combatir a los británicos. Tal tarea resultó difícil de cumplir, incluso para un hombre del calibre de De Grasse. Se reunió con los comerciantes y los plantadores de Cabo de Francia, y ofreció su propia plantación en Haití como garantía. A finales de julio, Saavedra escribía que De Grasse había colocado carteles en las esquinas de Cabo de Francia ofreciendo títulos contra el Tesoro francés en París a un alto interés, a cambio de moneda fuerte. Pero los ciudadanos franceses de Santo Domingo no aceptaron la propuesta, incluso aunque el interés era del 25%, ya que en el pasado habían sufrido retrasos inaceptables en la devolución de los préstamos hechos a sus autoridades.

Preocupado por cumplir los precisos planes de batalla, De Grasse recurrió de nuevo a la ayuda de Saavedra. Éste le tranquilizó asegurándole que encontrarían oro y plata en La Habana, pues era el puerto de salida en el viaje de regreso de las flotas del tesoro español. Sin embargo, Saavedra y De Grasse se enteraron pronto de que los transportes de oro y plata de México no habían llegado, y de que la tesorería oficial de La Habana se encontraba temporalmente desprovista de metal precioso.

Según el diario de Saavedra, se publicaron avisos en La Habana de que todos aquellos que quisieran contribuir a la ayuda a la flota francesa con fondos deberían enviarlos a la tesorería (de La Habana). Dos oficiales franceses fueron a recoger los fondos y en seis horas habían reunido la cantidad requerida. El dinero se colocó a bordo de la fragata francesa. Don Bernardo de Gálvez había llegado a la una de la tarde. Su llegada causó general alegría. Se le comunicó lo que había ocurrido, y la rapidez con la que se habían reunido los 500.000 pesos que necesitaba el Conde De Grasse, y se complació mucho.

Y el resto es historia, amigos. Como todos sabemos, el Almirante De Grasse llegó a Yorktown a tiempo de derrotar la flota enviada por los británicos para rescatar a Cornwallis. Washington y sus ayudantes pudieron adquirir los suministros necesarios en Yorktown, y pagar al Ejército Continental. Con la batalla de Yorktown terminó de hecho la larga y difícil guerra.

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